Licorice Pizza es una obra atrapante, rápida y vertiginosa que trae de regreso lo mejor de aquel Anderson que nos entregó Punch-Drunk Love varios años atrás. Una película más que digna de su director.
Paul Thomas Anderson regresa listo para deslumbrar con Licorice Pizza, una película que vuelve a consolidar al director como uno de los mejores intérpretes del lenguaje y la narrativa cinematográfica. Además trae consigo una historia de amor que rompe con los recientes hits cinematográficos (repletos de mega eventos y catástrofes) por medio de una historia de amor refrescante, íntima y -por lo tanto- atrapante.
La trama de la película cuenta las diferentes aventuras de Alana Kane (Alana Haim) y Gary Valentine (Cooper Hoffman) mientras crecen y se enamoran en el Valle de San Francisco en 1973, demostrando las complejidades del amor. En la superficialidad, la premisa central del filme no es muy diferente a las miles de largometrajes conocidos por retratar la madurez y el amor juvenil -más que recordada es esta estructura “coming of age”– Sin embargo, es en la profundidad de la película donde encontramos una añoranza, romantización y cuidado de los personajes, como una crítica a varias costumbres de la década de los 70´s a lo que diferencia al filme del resto.
La forma en la que se cuenta la historia hace similitud al acto de rememorar el pasado recreando sólo momentos muy específicos y dinámicos, el deseo de compartir un recuerdo con cariño. Lo anterior se logra de una manera espectacular ya que está basada en las experiencias de adolescencia del productor Gary Goetzman, amigo del director, así como en el amor que le tenía Anderson a su maestra de música y la vez en la que este observó a un estudiante de secundaría regañar a la fotógrafa que estaba tomando las fotografías escolares de dicha secundaría, de ahí es dónde pensó “¿Qué pasaría si ambos tuvieran una relación?”.
Es por medio de todo esto que el director logra dotar de una naturalidad increíble al filme complementado de manera acertada por las actuaciones estelares de Alana Haim y Cooper Hoffman -hijo del difunto actor Philliph Hoffman- quienes se estrenan como histriones en el largometraje, aportando mayor sinceridad y realismo a sus personajes, ambos consiguen robar las escenas por su gran dinámica y magnetismo. Esta selección de actores como sus actuaciones no son gratuitas, ambas se deben al acercamiento y familiaridad de Anderson con sus actores; el mismo director ha dirigido varios vídeos musicales para la banda Haim -banda formada por Alana y sus hermanas- así como su constante trabajo con Philip Hoffman, volviendo esta película un proyecto totalmente familiar e íntimo.
En lo que respecta a la fotografía y diseño de producción recuerdan mucho a Punch-Drunk Love (2002) por el uso de luces y colores saturados, como la constante presencia de colores azules y rojos en la vestimenta de personajes, al igual que en su iluminación. Este mismo uso de colores es el que apoya de manera subconsciente a la trama mostrando el desarrollo de los personajes desde su continua unión como sus momentos de desapego.
Como se ha mencionado anteriormente, a pesar de contener ciertas similitudes con Punch-Drunk Love, Licorice Pizza ha sido una obra distinta en la filmografía del director desde su realización más cercana, el psique de sus personajes y su trama. Con esta película Paul Thomas Anderson ha demostrado ser uno de los directores más prolíficos y destacados de su generación.
A partir de esta semana Licorice Pizza se estrenará en cines.