#Opinión. Quiero bailar con alguien: un biopic con música sensacional.

Por Enrique Chávez

Desde que se anunció la producción de “Quiero Bailar Con Alguien: La Historia De Whitney Houston” me entusiasmó la idea de conocer la versión “oficial” de la vida y muerte de una de las mujeres más incomprendidas de la historia musical. Mis expectativas eran muy altas y lamentablemente el resultado quedó por debajo, más no es una mala película. Nos encontramos ante un entretenido biopic, que sin embargo no llega al fondo de la historia.

Con un energético arranque, la película nos lleva a lo más alto, al viaje que convirtió a Houston en la artista más conocida del planeta, dándole el apelativo de “La Voz”. Desde muy joven, enamoró a todo el mundo con su talento y la coloco rápidamente entre las artistas más grandes de la historia. Lamentablemente su caída fue casi tan rápida como la subida, debido principalmente a su adicción a las drogas, a un matrimonio problemático y a la presión y expectativas de todo su núcleo, sumado al de la opinión pública. La luminaria falleció a los 48 años tras un incidente relacionado con las drogas, final que lamentablemente no sorprendió a muchos.

Evidentemente, este material es suficiente para que Hollywood eche la vista atrás y nos muestre la vida de la artista a lo grande. Si bien, el resultado no es malo, deja por el camino muchas dudas y la sensación de que nunca acaba de escarbar en el alma de la historia.

En 2017, el documental de Nick Broomfield “Whitney: Can I Be Me”, puso al descubierto un lado prácticamente desconocido de Whitney: su bisexualidad. En dicho material se revela cómo Whitney tuvo que ocultar y eventualmente terminar su relación con Robyn Crawford, su mejor amiga y pareja por muchos años. Primero fue la presión de su familia y luego una estrategia de imagen, fue ahí que comenzó a desprenderse de su esencia, para complacer.

Luego fue el documental “Whitney”, del aclamado director Kevin Macdonald el que mostró los conflictos que generó en Whitney el no encajar con su comunidad afroamericana, por acusarla de no enaltecerlos a través de su música y por el otro como nunca fue totalmente aceptada en una sociedad mayormente “blanca”, por estereotipos y racismo generacional.

Pero ambos materiales coinciden en que estos fueron detonantes que arrojaron a la interprete a evadir su realidad con el consumo de drogas, y que incluso su propia familia inducia para tener más y mejor control de su vida y dinero.

En “I wanna dance with somebody” se puede ser testigo de manera ficcionada, desde que es descubierta por quien fuese uno de sus mayores amigos y protectores, hasta su fallecimiento, una película con muchísimo que contar, de ahí que tenemos sus casi dos horas y media de duración), pero que no termina de encajar todas las piezas de forma coherente. Es una sensación extraña, porque la película es larga, pero se notan los cortes de tijera en la historia, las escenas encajadas a la fuerza en la película. Especialmente a partir de la segunda parte de la película, cuando todo empieza a desmoronarse en torno a Houston, con sus relaciones personales siendo destrozadas y con la artista sucumbiendo a las drogas. El guion es correcto, pero no se atreve a profundizar, y se queda a medio camino.

Es el dilema de los biopics. ¿cuidar la imagen del artista o mostrar la realidad sin filtros? No se trata de ir a los extremos sórdidos (como sucedió recientemente con “Blonde”, la biografía ficcionada de Marilyn Monroe) pero si de atreverse a narrar los momentos que nadie quiere narrar. En la película se insinúa veladamente la sexualidad de la artista, de los problemas con su padre, su matrimonio tóxico y mediático y las drogas… pero, por encimita. Nada más. Insisto, no es sordidez lo que busco. Es profundidad. Aquí hay miedo y lo esconden al tratar de exaltar los momentos de éxito de la cantante, pero no justifica jamás sus motivos autodestructivos. Por eso es por lo que el filme falla. 

Hay que resaltar el sensacional trabajo de Naomi Ackie quien sabe que imitar la voz de Houston es imposible, por lo que la mayoría de la película usa en sus canciones la voz original y no la de la actriz. Pero el resto del metraje, la Ackie sabe pasar por un enorme rango de emociones para dar vida al personaje. Desafortunadamente, cuando llega la etapa madura, la actriz tiene 31 años, no 48, y se nota. 

En conclusión, nos encontramos ante un biopic con un sólido reparto, quizá visualmente se siente como si fuera un telefilme, pero con cierta fuerza en la historia y un par de grandes ideas, no las termina de desarrollar, pero lo intenta al menos. Lo mejor, la representación completa de algunos momentos musicales importantes en la carrera de Whitney y disfrutar de su voz con el volumen y potencia que sólo una sala de cine nos puede brindar. Sólo por eso volvería a pagar con entusiasmo el boleto.

¿Aún no ves el trailer?

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