Reseña. Ghostbusters: El Legado

Cuando Callie, una mamá soltera recibe una granja como herencia, decide mudarse junto a sus hijos, Phoebe y Trevor. Mientras intentan ajustarse a la vida pueblerina, se presentarán hechos sobrenaturales que guiarán hacia secretos que llevan más de treinta años sepultados.

Mitad homenaje, mitad secuela, la película está repleta de guiños y detalles de la saga que llenan de nostalgia a los fanáticos que crecimos con los Cazafantasmas; a su vez, funciona como una buena introducción para las nuevas generaciones, así que no es necesario tener conocimiento previo de la serie. Los personajes están muy bien definidos, cosa que la trama toma su tiempo en realizar; esto puede llegar a jugar en contra de la película según cada espectador, pues hay momentos en que la historia parece ser parte de una película diferente, mostrando un poco de dramas familiares y las dificultades de sus integrantes para poder encajar en un lugar nuevo, aunque todo esto con toques de humor.

Aunque la trama a simple vista parece recorrer caminos ya conocidos (no hay spoilers, no se preocupen), detalles tan simples como el cambio de escenario – de Nueva York a un pueblito en medio de la nada – mantienen fresca la historia.

Tiene un par de detalles tenebrosos y sustos leves, nada muy tétrico; los efectos especiales son de primer nivel, con una mezcla de efectos digitales y prácticos que a cualquier fanático le arrancarán una sonrisa.

¿Es mejor que sus antecesoras? No, y tampoco pretende serlo. Es un homenaje divertido con un equilibrio entre aciertos y errores que, a lo largo de sus dos horas de duración, muestra destellos de una identidad propia que por momentos es opacada por la nostalgia

#Chuyo

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